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ursaria gaitaEn 1977 la NASA envió al espacio dos sondas. La Voyager 1 y la Voyager 2. Con el objetivo de ser interceptadas en el futuro por alguna civilización extraterrestre. Viaja en cada una de las sondas un disco de oro diseñado por el mismísimo Carl Sagan, con información relevante sobre la vida en la Tierra. Imágenes y sonidos. Sobre todo mucha música. Mozart, Bach, Stravinsky, Chuck Berry, el canto de los indios navajos… De Villavieja del Lozoya no hay nada. De España en general tampoco. Pero da igual, porque en el hipotético caso de que el disco albergase algún tipo de música popular española tengan por seguro que no sería de Madrid.

Carl Sagan era un lumbrera, pero no tenia ni puñetera idea de donde está Colmenar de Oreja. Tampoco pasa nada. Ni siquiera nosotros, los que vivimos aquí, sabemos en general del rico y apabullante folclore que atesora Madrid y su provincia.

Por eso, decidimos lanzar al universo nuestra propia sonda. Una sonda apócrifa. Visceral. Heterodoxa. Con algunas de las cosas que para nosotros y de manera imprescindible deben conocer de este sitio los alienígenas. Y de paso, todos los terrícolas.

COMPENDIO PARA ENTIDADES ALINÍGENAS habla de música tradicional madrileña, pero sobre todo de seres humanos. De personas que sueñan, pelean, y naufragan. O aterrizan en un lugar impreciso, a mano izquierda según se va al Cinturón de Kuiper. Muy a trasmano de un aula de antropología del CSIC. Hombres y mujeres cuyas hazañas solamente se pueden glosar en un libro y un disco como este.

Viven en estas páginas, y arrullan vuestros oídos en estas canciones. Cuentan su historia en un paisaje físico, y sonoro que tiene por marco ese territorio inconcreto, casi ectoplasmático, que es la provincia de Madrid. Un trozo de Castilla de precioso pero denostado, casi ninguneado, folclore. Eso si, sin fronteras, ni estandartes, ni banderas.
Porque no nos gustan.

Zahorís serranos, neveros heroicos, saludadores que invocan a la tormenta, pastores trashumantes, hechiceros componedores de huesos. Dinamiteros de las presas del Lozoya, labradores del Tajuña, canteros filósofos, músicos ambulantes, mieleros taumaturgos, tinajeros místicos, carboneros derviches, lavanderas del Manzanares, pescadores furtivos, gabarreros indómitos. Habitantes de un mundo extinto, que nos
explican con el bramido de la Tierra, cuales son los resortes que activan nuestra trascendencia como especie, mientras el mundo siga girando. Para que cuando lo abandonemos en una lanzadera espacial sepamos explicarle a nuestros hijos quienes hemos sido. Para que cuando nos visite una nave nodriza para aniquilarnos o redimirnos, sepamos entregarles a los alienígenas lo más puro y poderoso que tenemos. Y que sin embargo ellos, con todos los millones de años de evolución que nos llevan por delante, son incapaces siquiera de comprender.

Porque los extraterrestres tienen muchas cosas.

Pero no tienen folclore.

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